No al enojo desenfrenado

10 de mayo de 2025

Si se enojan, no pequen; no permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol, ni den cabida al diablo Efesios 4:26-27

El enojo es una emoción natural, una reacción que todos sentimos cuando enfrentamos injusticias, frustraciones o heridas. La Biblia no nos prohíbe enojarnos, pero sí nos advierte sobre el peligro de dejar que ese enojo se apodere de nosotros. En Efesios, el apóstol Pablo nos recuerda que podemos enojarnos, pero no debemos pecar. ¿Qué significa eso? Que podemos sentir enojo, pero no actuar movidos por él.

Cuando permitimos que el enojo gobierne nuestras palabras y acciones, fácilmente caemos en gritos, insultos, desprecio o incluso en el silencio hiriente. Estas reacciones no solo afectan a los demás, sino que también desgastan nuestra alma y entristecen al Espíritu Santo. El enojo desenfrenado nos separa de Dios y de las personas, y puede abrir grietas que se vuelven muy difíciles de reparar.

Además, cuando dejamos que el enojo permanezca en nosotros, se convierte en resentimiento. Y cuando hay resentimiento, el amor se enfría, la comunión se rompe y le damos al enemigo una oportunidad de meterse en nuestras relaciones, pensamientos y decisiones.

Dios nos llama a ser canales de paz y restauración, no personas que reaccionan sin dominio propio. En un mundo donde explotar parece normal, ser una persona que controla su enojo es un testimonio poderoso de madurez espiritual. No se trata de reprimir nuestras emociones, sino de rendirlas a Dios, de hablar con Él antes de actuar, y de aprender a resolver los conflictos con humildad, mansedumbre y verdad.

OREMOS:

Señor, ayúdame a dominar mi carácter y a no dejar que el enojo gobierne mi corazón. Enséñame a perdonar como Tú me perdonas, a actuar con sabiduría y a vivir en paz con los que me rodean. En el nombre de Jesús, amén.