Quebrantados pero no destruidos

"Estamos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos." 2 Corintios 4:8-9 (NVI)

Nadie quiere ser quebrantado. Es doloroso. El alma se sacude, el orgullo se rompe, y la vida se vuelve incierta. Pero en el Reino de Dios, el quebrantamiento no es el final: es el principio de una nueva vida.

Muchos quieren la gloria sin pasar por el fuego. Sin embargo, el carácter se forma en la oscuridad, en los valles, en los momentos donde sentimos que ya no damos más. Ahí, cuando todo parece perdido, Dios está formando en nosotros algo eterno. Él no desperdicia el dolor. Cada lágrima, cada herida, cada noche sin dormir tiene propósito.

El quebrantamiento nos vacía de nosotros mismos, para que Él pueda llenarnos. Nos vuelve más humildes, más sensibles, más verdaderos. Y lo mejor: nos hace parecer más a Jesús.

Oración:

Padre, no entiendo todo lo que estás haciendo en mí, pero hoy me rindo. Si necesitas quebrar lo que no te agrada, hazlo. Solo te pido que me tomes de la mano y me recuerdes que este proceso no es para destruirme, sino para formarme. Dame fuerzas para seguir creyendo en medio de mi debilidad. Amén.