¿Qué hago con el afán?

15 de abril 2025

“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias.” Filipenses 4:6 (NVI)

El afán es como un ladrón silencioso. No solo roba nuestra paz, también nos roba el presente. Nos hace vivir preocupados por un “mañana” que todavía no existe, y ciegos al “hoy” que Dios nos regaló.

A veces confundimos responsabilidad con afán. Pensamos que preocuparnos mucho es señal de madurez, pero en realidad, preocuparse sin orar es cargar con un peso que solo Dios puede llevar. La ansiedad empieza cuando intentamos controlar lo que solo está en Sus manos.

Pablo no nos dice que ignoremos los problemas. Nos dice: “No se inquieten… oren.”Es decir: sí, hay situaciones reales. Sí, hay necesidades. Pero en lugar de dejarlas crecer en tu mente, llévalas al lugar correcto: a la presencia de Dios.

El afán disminuye cuando decidís confiar, aunque no veas la solución aún. Cuando elegís descansar, aunque el panorama no cambie de inmediato. Cuando agradecés, aunque todavía no tengas todo resuelto. Eso es fe en acción. Eso es libertad en medio del caos.

Dios no prometió que no tendrías preocupaciones, pero sí prometió estar contigo en medio de ellas. Y cuando orás con sinceridad, algo cambia. Tal vez no lo externo… pero sí lo interno. Y eso ya es victoria.

Oremos:

Señor, tú conoces todo lo que me preocupa. Hoy decido soltar el afán y descansar en tu fidelidad. Ayúdame a no correr más detrás de soluciones humanas, sino a rendirlo todo en oración. Dame paz, incluso en medio de la tormenta. Confío en que tú ya estás obrando.