Confiesa

14 de octubre

“Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.” 1 Juan 1:9 (NVI)

Confesar nuestros pecados no es fácil. A veces creemos que si Dios ve lo que hicimos, se decepcionará o se alejará de nosotros. Pero la verdad es que Él ya lo sabe todo, y aun así, nos ama profundamente.

La confesión no es para informarle algo a Dios, es para liberar nuestro corazón. Cuando escondemos lo que nos duele o lo que hicimos mal, vivimos cargando culpa, vergüenza y miedo. Pero cuando lo traemos a la luz, la gracia entra y sana.

Jesús no vino a señalar a los pecadores, sino a salvarlos. En la cruz, Su sangre abrió el camino para que todo aquel que se acerque pueda ser perdonado y restaurado. Cada vez que confiesas tu pecado, la gracia intercede por ti, recordándole al enemigo que ya no tiene poder sobre tu vida, porque Jesús pagó el precio completo.

La verdadera libertad no está en esconder tu pecado, sino en confesarlo. Porque solo lo que se expone ante Dios, Él puede transformar.

Así que no huyas de Su presencia. Corre hacia ella. No para ser condenado, sino para ser abrazado, limpiado y levantado.

Oración:

Señor, gracias por amarme incluso con mis pecados. Hoy confieso delante de Ti mis pecados y reconozco mi necesidad de Tu perdón. Límpiame, restáurame y ayúdame a caminar en Tu verdad. Gracias por Jesús, por Su gracia y por darme una nueva oportunidad cada día. Amén.