Dios no negocia con tu fe

16 de diciembre

“Maldito el que confía en el hombre, el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor.”— Jeremías 17:5 (NVI)

Hay una fe que Dios honra… y otra que solo tolera hasta cierto punto. La fe que Dios confronta es la que depende de Él solo cuando no hay otra opción.

Decimos “confío en Dios”, pero hacemos planes paralelos por si Él no responde. Oramos, pero dejamos puertas abiertas al control, a las influencias, a los atajos. No es prudencia: es miedo maquillado de sabiduría.

Dios no negocia con corazones divididos. Él no compite con tus contactos, tu inteligencia, tu dinero o tu capacidad de resolverlo todo solo. No porque sean malos, sino porque cuando se vuelven tu respaldo principal, Dios pasa a ser un complemento, no un fundamento.

La Biblia no dice que confiar en uno mismo sea incómodo; dice que es peligroso. Porque tarde o temprano, lo que sostienes con tu fuerza te exigirá más de lo que puedes dar. Y ahí entendemos que Dios no falló… simplemente nunca fue el primero en la lista.

Dios permite que se caigan las muletas para que aprendamos a caminar. No para humillarnos, sino para liberarnos de la mentira de que podemos sostener una vida espiritual sin rendición total.

La fe real no es tener un plan B. La fe real es cuando Dios es lo único que queda… y aun así, eliges confiar.

Oración

Dios, arranca de mí toda falsa seguridad. Prefiero un suelo inestable contigo que una estructura firme sin Ti. Enséñame a confiar sin reservas. Amén.